miércoles, 14 de julio de 2010

No me olvido


A Uriangato.


Cuento mis pasos,
desde la humilde pobreza
de mis ojos,
desde que el sol tramonta
al cerro del Comal,
y despiertan soñando
los suspiros nixtamaleros
de la nostalgia;
los empedrados cantan sus ecos
bajo los asfaltos,
Correteados por el canto de los gallos
y el viento acaricia el aroma del pan.


Mas tarde,
los hilos que ensayaron colores
por la noche,
esperan a las manos para despertar,
para entretejer a las risas y los llantos
Juntos
y construir la vida,
desde el heroico recuerdo
de la historia.

Uriangato;

tu voz Purépecha anida en mi corazón.
Desde la imagen de tus cerros
hasta las campanadas tierras
de tus valles;
me recuerdas cañaverales,
lechugas calabazas y maíz,
donde a cada paso de mis pies descalzos
me abrasa el silencio
de la temprana tarde,
donde el sol se pone levantado
y tus noches majestuosas
se visten de misa y rosarios
para buscar al amor,
en el camino redondo
que se vuelve nube, cielo o precipicio.


Yo guardo para mí,
tu kiosco de banda de viento,
tus árboles enamorados,
y tu cielo de pájaros:


Uriangato


tu nombre me canta en la piel
como brisa fresca de primavera,
como tarde de fortines
abrumados por las ansias
de defender a tu pueblo
de heroica sangre
hermana de la muerte.
¡Déjame vestir tu gloria
con mi admiración!
¡Déjame recordar tus nombres
con letras de oro dentro de mi alma: !
Salvador Urrutia, Timoteo Tena,
Francisco Servín, Sixto torres
Francisco Juárez, José Gonzáles, Luis Díaz, Florencio Pito,
Daniel Contreras,
Cristóbal Torres, Trinidad Arizaga Primitivo y Baltasar Rosiles,
Zenón y Emilio Vásquez, y todo el pueblo
que unió el destino para defenderte.

Uriangato

Bebo tu noche de aguardiente chinguirito,
bebo tu aliento de lechuga y colinabo,
a tus ancianas charamuscas
de Semana Santa
y a la noble soledad de tus portales.

Uriangato
Pueblo de mi corazón,
en tu regazo
duerme temprano el sol
para soñar contigo.



José Francisco









Ausencia.


Desde sus manos,
alguna vez poblé mis sueños.
Ciego y mudo,
escuché su canto.

De su voz,
me hablaban las aves
cuando el silencio huía
de la tierna tarde.

Desde sus ojos,
océanos de gloria
poblaron mis pensamientos
y ráfagas de místicas sonrisas
perforaron la tierra
hasta llegar a mi corazón.

Su amor se fue
como se van los pájaros del alba;
en vano su presencia inerte
y su mirada esquiva;
en vano su silencio.
Sus palabras aún flotan
en mi viento,
pero su camino cansado
ya estaba lejos de mí.


José Francisco

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